Cada vez que necesito olvidarme de todo (en general) y de ti (en particular) me escapo al campo, me escampo, me exculpo, me esculpo, me escupo. Echo el cerrojo, arranco el carro, y me largo a coleccionar kilómetros y a comer insectos.
Puedes llamarme cobarde, si quieres. No me importa que me llames cobarde. Lo puedes gritar, si quieres. No te escucho: Estoy muy lejos de todo (en general) y de ti (en particular). Aquí no llegan tus gritos. Aquí no hay nada que me recuerde a ti (en general) y a tu cuerpo (en particular). Aquí las piedras no tienen pezones, ni los grillos el pelo rizado. Y hubiera algún grillo con el pelo rizado, lo piso y punto. Aquí soy más grande que tú (en general) y que todo (en particular). Los árboles no cuentan: no pueden correr. Yo, sí.
Estoy a más de 200 kilómetros de ti, rodeada de bosque (con su correspondiente merchandising): insectos que viven a su puta bola, bichos-bola que viven como putos insectos, cielo azuloscurocasinegro, una luna con el ascensor estropeado, estrellitas mariconas que parecen tachuelas mal puestas, y pelín de frío.
Hace viento, pero no lo suficiente para que me llegue tu olor. Tu olor a pupila. Me gustaba tu olor a pupila porque estaba ciego. Y aquí no hay pupilas. Los grillos son demasiado pequeños y estúpidos como para que sus ojos tengan pupilas.
Antes de llegar aquí me crucé con un lugareño. Me dijo que tuviera cuidado con los lobos, sobre todo por la noche.
Esperé a quedarme sola para romper a llorar. No me asustan los lobos (lo he hecho mil veces contigo), pero no soporto el suspenso. Me jode que sean otros, aunque se trate de lobos, los que tomen la iniciativa.
Aun así, pienso quedarme aquí el tiempo que haga falta. Con el motor encendido y el celular apagado. Me quedaré aquí, al menos, hasta que consiga olvidarme de tus cosquillas.
Puedes llamarme cobarde, si quieres. No me importa que me llames cobarde. Lo puedes gritar, si quieres. No te escucho: Estoy muy lejos de todo (en general) y de ti (en particular). Aquí no llegan tus gritos. Aquí no hay nada que me recuerde a ti (en general) y a tu cuerpo (en particular). Aquí las piedras no tienen pezones, ni los grillos el pelo rizado. Y hubiera algún grillo con el pelo rizado, lo piso y punto. Aquí soy más grande que tú (en general) y que todo (en particular). Los árboles no cuentan: no pueden correr. Yo, sí.
Estoy a más de 200 kilómetros de ti, rodeada de bosque (con su correspondiente merchandising): insectos que viven a su puta bola, bichos-bola que viven como putos insectos, cielo azuloscurocasinegro, una luna con el ascensor estropeado, estrellitas mariconas que parecen tachuelas mal puestas, y pelín de frío.
Hace viento, pero no lo suficiente para que me llegue tu olor. Tu olor a pupila. Me gustaba tu olor a pupila porque estaba ciego. Y aquí no hay pupilas. Los grillos son demasiado pequeños y estúpidos como para que sus ojos tengan pupilas.
Antes de llegar aquí me crucé con un lugareño. Me dijo que tuviera cuidado con los lobos, sobre todo por la noche.
Esperé a quedarme sola para romper a llorar. No me asustan los lobos (lo he hecho mil veces contigo), pero no soporto el suspenso. Me jode que sean otros, aunque se trate de lobos, los que tomen la iniciativa.
Aun así, pienso quedarme aquí el tiempo que haga falta. Con el motor encendido y el celular apagado. Me quedaré aquí, al menos, hasta que consiga olvidarme de tus cosquillas.
1 comentario:
haha vives en gdl?
ajalas
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