miércoles, 27 de agosto de 2008

Dias de verano


El día ha despertado triste, apenas ha dejado de llorar. Baña las calles de la ciudad sin importarle a quien daña, sólo llueve, sin cesar. Su ánimo empeoró con el transcurrir de las horas. Alzo la mirada, temiendo que una lágrima recorra mi mejilla. Ahora parece que un fino hilo de luz se abre paso, como si se tratará de Julieta y su Romeo, pero esto no es una obra de Shakeapeare, sino un día. Un día como otro cualquiera. Igual por eso llora, porque sólo es un día más, porque no es especial, ni si quiera el Sol es capaz de abrirse paso, se esconde entre las nubes, teme que le vean y ni si quiera el día conoce los motivos. Le desconcierta la actitud del Sol, ¿Por qué salió ayer y hoy no? ¿Acaso hoy es un mal día? ¿Acaso hoy no será ayer o quizá mañana? ¿Por qué el hoy de hoy no fue el hoy de ayer? Son muchas las preguntas que le entristecen. No puede dejar de llorar, lo intenta, realmente lo intenta, pero no lo consigue... Miro al cielo, sigue estando gris, el agua se ha adentrado en todos los rincones de mi cuerpo, tiemblo de frío ¿Cuándo dejará de llover? pienso. Ni el propio día sabe cuando parará, confía en que con la presencia de la Luna todo se calme, ella siempre ha sido una muy buena confidente, al igual que sus compañeras las estrellas. El problema es que su compañía significa el final del día... y a pesar de ser un mal día no quiere que se termine. Por mucho que llore de una tristeza inexplicable, por mucho odio que le tenga al Sol por ocultarse tras las nubes quiere seguir siendo hoy y no convertirse en un ayer. Sabe que en cuanto sea ayer, nadie se acordara de ese día, quizá se acuerden de sus lágrimas pero no de él. El mundo funciona así, sólo las lágrimas perduran en el tiempo porque así es el tiempo, rápido e inconstante. Unas veces te llora y otras, sólo dura un suspiro.

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